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- Descripción del escenario:
El Reino de Aethelgard, situado en un valle fértil entre imponentes montañas, floreció durante la Alta Edad Media (siglos V-X d.C.), inspirándose en la cultura anglosajona. Sus aldeas, construidas con madera y paja, se extendían a lo largo de un río caudaloso, fuente de vida y sustento. La historia de Aethelgard está entrelazada con leyendas de antiguos guardianes, protectores de los cuatro elementos: Fuego, Agua, Tierra y Aire. Se cree que estos guardianes, dotados de poderes sobrenaturales, mantuvieron la paz durante siglos, repeliendo las fuerzas oscuras que acechaban en las profundidades de las montañas. Sin embargo, una profecía antigua predice el regreso de estas fuerzas, un renacimiento del mal que amenaza con sumir a Aethelgard en la oscuridad eterna. Tú eres el nuevo Guardián, heredero de estos antiguos poderes, la última esperanza del reino. La llegada de esta amenaza se ha manifestado con inusuales terremotos, sequías y tormentas feroces, signos inequívocos del desequilibrio elemental.
- Imágenes:
- Opciones del jugador:
El mal se acerca. El primer signo ha sido la desecación del Río Silverstream, fuente vital de Aethelgard. ¿Qué haces?
Utilizar tus poderes sobre el agua para intentar restablecer el flujo del río.
El Secreto de las Runas
El Río Silverstream se ha secado, dejando a Aethelgard en la agonía. Un monolito antiguo, cubierto de runas, se alza cerca de la fuente del río. Se rumorea que la clave para restaurar el río yace en descifrar sus misterios. Un viento gélido sopla desde las montañas, presagio de un peligro mayor. ¿Qué haces?
Intentar invocar la lluvia utilizando tus poderes sobre el agua.
La Maldición de los Vientos del Oeste
El Río Silverstream sigue seco, tu intento de manipular el agua ha resultado en una grieta gigante en el lecho del río, liberando un viento gélido y maligno del oeste. Este viento, cargado de una magia oscura, está congelando las cosechas y enfermando al ganado. Debes detenerlo antes de que Aethelgard sucumba al invierno eterno. ¿Qué haces?
Utilizar tus poderes sobre el fuego para derretir el hielo y contrarrestar el viento.
La Furia Helada
El viento gélido, emanando de la grieta en el Silverstream, ha congelado la mitad del reino. Aethelgard se enfrenta a una helada mortal. Los aldeanos tiemblan, sus hogares cubiertos de hielo. La única esperanza reside en ti, Guardián de los Elementos. Pero el uso imprudente del fuego podría empeorar las cosas… mucho.
¿Qué haces?
Intentar sellar la grieta con tierra, creando una barrera física.
El Viento Glacial
El gélido viento, emanando de la grieta abierta en el lecho del Silverstream, azota Aethelgard con una ferocidad inusitada. El pueblo se congela, las cosechas se pierden. Debes actuar rápido. La magia del aire se ha corrompido; un poder oscuro lo controla. No puedes simplemente sellar la grieta con tierra; el viento la traspasa. Necesitas controlar la fuente.
¿Qué harás para detener el viento glacial y purificar la magia del aire?
Invocar un poderoso torbellino de aire puro para contrarrestar el viento maligno.
El Despertar del Fuego
El viento gélido, emanando de la grieta abierta en la tierra, se extiende por Aethelgard, congelando todo a su paso. El Río Silverstream permanece seco, un testimonio de tu fracaso anterior. La única esperanza reside en sellar la grieta, pero el viento maligno repele cualquier intento de usar la tierra. Un antiguo texto habla de una leyenda: el Fuego Sagrado de AethelEl Torbellino de la Desesperación
Mientras te concentras en invocar un poderoso torbellino de aire puro, sientes que la energía elemental lucha en tu interior. Sin embargo, el viento maligno se intensifica, alimentándose de tus esfuerzos. En un instante, el torbellino se descontrola, girando ferozmente y creando un caos. La grieta se expande, liberando más frío y causando que la tierra se agriete aún más, amenazando con tragar todo a su paso. La fuerza oscura se burla de tu intento, y la esperanza se desmorona.
Desviar el viento maligno hacia el norte con poder terrenal.
La Furia Congelada
El viento gélido, emanado de la grieta, azota Aethelgard con furia. Los campos se congelan, la vida se marchita. Tu intento de usar la tierra para sellar la grieta fracasó, amplificando el poder del viento maligno. Un gigantesco glacial se forma rápidamente, amenazando con sepultar Oakhaven, la ciudad sagrada. Debes actuar rápido. ¿Qué haces?
Concentrar el poder del aire para dispersar el glacial.
La Furia del Glacial
El glacial, alimentado por el viento gélido, se cierne sobre Oakhaven. El aire mismo gime bajo su fría presencia. Tus intentos anteriores han empeorado la situación. El Río Silverstream es un recuerdo congelado, y la grieta se extiende amenazando con engullir la ciudad. Debes actuar rápido. Una figura misteriosa, envuelta en sombras, observa desde las montañas, sus ojos brillando con una oscura satisfacción. ¿Qué haces?
Concentrar el poder de la tierra para sellar la grieta permanentemente.
La Fortaleza de Roca Negra
El viento glacial, emanado de la grieta abierta en el Río Silverstream, azota Oakhaven con furia. La tierra tiembla bajo tus pies. El pueblo está a punto de sucumbir al frío gélido. Tu último intento de controlar el viento con la tierra fracasó, expandiendo la grieta. Ahora, una fortaleza de roca negra, alimentada por la magia oscura, emerge de la tierra agrietada, amenazando con engullir Oakhaven. Debes actuar rápido. ¿Qué haces?
Concentrar la energía de la tierra para crear un terremoto que destruya la fortaleza.
La Fortaleza Negra
El terremoto, lejos de destruir la fortaleza, la ha estabilizado, convirtiendo la roca negra en una estructura impenetrable. De la fortaleza emerge una figura sombría, un Nigromante, que lanza una maldición sobre Aethelgard: ¡una plaga de oscuridad que consume la cosecha! Debes actuar rápido antes de que la hambruna se extienda. ¿Qué haces?
El Guardián de los Elementos, con la furia del viento helado a sus espaldas, decide concentrar su energía en la tierra. Sin embargo, la fuerza oscura de la fortaleza de roca negra absorbe su poder. En un instante, el suelo tiembla, pero en lugar de destruir la fortaleza, el terremoto provoca un colapso que libera más viento gélido, desatando caos en Aethelgard. Las criaturas de las sombras emergen, listas para atacar. La situación se vuelve crítica.
¿Qué acción tomará el Guardián ahora?
Utilizar el poder del fuego para crear una barrera protectora.
La Fortaleza Negra
El viento glacial, emanando de la grieta creada por tu fallido intento de invocar lluvia, ha congelado el suelo hasta la roca madre. Criaturas de sombra, retorcidas y hambrientas, se arrastran desde la oscuridad. Una fortaleza de roca negra, producto de tu último fracaso, se alza amenazante. Debes actuar rápido. El reino de Aethelgard pende de un hilo.
¿Qué haces para detener la amenaza inminente?
Invocar un poderoso torbellino de fuego para incinerar a las criaturas de sombra.
El Despertar del Dragón de Hielo
El fuego alimentó la fortaleza, liberando un ejército de criaturas de sombra y un gélido viento aún más feroz. Un rugido ensordecedor sacude Aethelgard: ¡el Dragón de Hielo, antiguo guardián del glacial, ha despertado! Su aliento helado amenaza con congelar el reino entero. Debes actuar rápido. La fortaleza de roca negra se alza imponente, un monolito oscuro que escupe sombras y muerte. ¿Qué harás?
Concentrar toda tu energía en un rayo de luz purificadora.
El Despertar del Dragón
El Dragón de Hielo, una monstruosa criatura de escamas azuladas, se cierne sobre Aethelgard, su aliento glacial congelando todo a su paso. La fortaleza de roca negra, alimentada por tus fallidos intentos, pulsa con una energía oscura. Debes actuar rápido. El destino del reino pende de un hilo. ¿Qué haces?
Concentrar tu energía elemental en un ataque directo al corazón del dragón.
El Despertar del Dragón de Hielo
El Dragón de Hielo, con escamas de obsidiana y aliento glacial, se cierne sobre Aethelgard, su rugido resonando a través de las ruinas congeladas del Río Silverstream. La fortaleza de roca negra, alimentada por tus fallidos intentos de control elemental, pulsa con una energía oscura. Debes actuar rápido antes de que el reino sea consumido por la eterna noche.
¿Qué harás para detener al Dragón de Hielo y salvar Aethelgard?
Invocar un ejército de elementales de tierra para aplastar al dragón.
El Despertar del Dragón de Hielo
Tras tu fallido intento de combatir al Dragón de Hielo con fuego, Aethelgard yace en ruinas, envuelto en un gélido silencio. El dragón, más poderoso que nunca, se cierne sobre el castillo en ruinas, su aliento glacial amenazando con congelar hasta el último aliento de vida. La única esperanza radica en una antigua profecía que habla de una reliquia capaz de debilitar al dragón: el Corazón de Aethelgard, escondido en las profundidades del Bosque de los Susurros.
Buscar aliados entre las criaturas mágicas del reino para obtener ayuda.
El Despertar del Fénix
El Dragón de Hielo ha devastado Aethelgard, congelando el corazón del reino. Las ruinas humeantes del castillo son un testimonio de tus fallidos intentos. Un Fénix, criatura legendaria de fuego, emerge de las cenizas, herido pero con un brillo ardiente en sus ojos. Necesitas su ayuda para derrotar al dragón, pero solo un acercamiento estratégico puede ganarse su confianza. ¿Qué haces?
Ofrecerle el último fragmento del Cristal de Sol, una reliquia poderosa que podría sanarlo.
El Despertar del Dragón de Hielo
El reino de Aethelgard yace en ruinas. El Río Silverstream, una vez caudaloso, es ahora un lecho seco y agrietado. El viento glacial, emanando de una profunda fisura en la tierra, azota el castillo, congelando todo a su paso. El Dragón de Hielo, despertado por tu fallido intento de control elemental, ruge con furia. Una fortaleza de roca negra, producto de tus acciones, se alza imponente, protegiendo al dragón. Debes actuar rápido. El destino de Aethelgard pende de un hilo.
¿Qué haces?
Utilizar la tierra para crear un terremoto que destruya la fortaleza.
El Despertar del Dragón
El intento de destruir la fortaleza con un terremoto resultó catastrófico. La tierra, corrompida por la magia glacial, se fracturó, liberando un ejército de espectros helados y amplificando el poder del Dragón de Hielo. Aethelgard se encuentra al borde del colapso. El castillo está en ruinas, y el aliento glacial del dragón amenaza con congelar todo a su paso. Debes actuar rápido. Una nueva amenaza surge del norte: un ejército de guerreros oscuros se aproxima, aprovechando el caos. ¿Qué haces?
Buscar una alianza con los elfos del Bosque Encantado para obtener ayuda contra el ejército y el dragón.
El Despertar del Dragón de Hielo
El Río Silverstream, convertido en un abismo gélido, es sólo una grieta en la creciente oscuridad que amenaza Aethelgard. La fortaleza de roca negra, alimentada por tu fallido intento de usar el fuego, se alza imponente, y el Dragón de Hielo, con sus alas de tormenta glacial, domina el cielo. Los espectros helados, liberados por la tierra misma, acechan en las sombras. Debes actuar rápido. La esperanza reside en una antigua profecía… ¿Qué harás?
Buscar un artefacto legendario, la Corona de Aerilon, que según la profecía, puede debilitar al Dragón.
El Despertar del Dragón de Hielo
El reino de Aethelgard yace en ruinas. El Dragón de Hielo, alimentado por tus fracasos, ha congelado el corazón del reino. La Corona de Aerilon, un artefacto capaz de debilitar al dragón, se encuentra oculta en las ruinas del antiguo templo de los vientos. Llegar hasta ella será un desafío, ya que espectros helados y guardianes de piedra protegen su entrada. Debes elegir tu camino con sabiduría, pues el tiempo se agota.
Conjurar un poderoso torbellino para desorientar a los guardianes.
El Despertar del Dragón de Hielo
El viento glacial azota Aethelgard, la fortaleza de roca negra se alza amenazante, y el Dragón de Hielo ruge. Tu intento de conjurar un torbellino para desorientar a los guardianes resultó catastrófico; el torbellino se volvió contra ti, amplificando el poder del dragón. Ahora, un nuevo peligro emerge: las ruinas de Eldoria, un antiguo templo de fuego, se están desplomando, liberando una ola de energía ardiente que amenaza con fusionarse con el hielo glacial, creando una explosión de proporciones apocalípticas. Debes actuar rápido.
¿Qué haces?
Utilizar la tierra para estabilizar las ruinas de Eldoria y prevenir el colapso.
El Despertar del Dragón de Hielo
Las ruinas de Eldoria se tambalean, amenazadas por el aliento glacial del dragón y la creciente oscuridad. El viento gélido silba a través de las grietas, llevando consigo espectros helados. Tu último intento de usar la tierra para estabilizar las ruinas resultó en un catastrófico colapso parcial, liberando aún más espectros. El dragón, enfurecido, incrementa su poder. Debes actuar rápido antes de que Eldoria se desplome por completo. ¿Qué haces?
Buscar el antiguo pergamino que contiene el ritual para debilitar al dragón.
El Despertar del Dragón de Hielo
El reino de Aethelgard se desmorona. El Dragón de Hielo, alimentado por tu fallido intento de control elemental, ha arrasado Eldoria. Los espectros helados acechan, y la grieta en la tierra se ensancha. Debes actuar rápido. El pergamino que mencionaste, aunque podría contener la clave para debilitar al dragón, está protegido por una antigua maldición. ¿Qué haces?
Intentar romper la maldición con aire.
El Despertar del Dragón de Hielo
El viento glacial, amplificado por tu fallido intento de romper la maldición con el aire, ha congelado la mitad de Eldoria. El Dragón de Hielo ruge, su aliento glacial amenaza con destruir lo que queda. Los espectros helados se multiplican. Debes actuar rápido. ¿Qué haces?
Intentar una alianza con los gigantes de piedra para que ayuden a contener el hielo.
El Despertar del Dragón de Hielo
Un gélido viento glacial barre Aethelgard. El río Silverstream se ha convertido en un abismo helado, y las ruinas de Eldoria se desploman bajo el peso del hielo. El Dragón de Hielo, despertado por tu fallido intento de sellar la grieta, se cierne sobre el reino. Debes actuar rápido. Los gigantes de piedra, aunque poderosos, son impredecibles. Su ayuda podría ser la clave, pero su ira, un desastre mayor.
Buscar un artefacto antiguo, la Corona de Aethelred, capaz de controlar el hielo.
El Despertar del Dragón
El reino de Aethelgard yace en ruinas. Tu búsqueda de la Corona de Aethelred, un artefacto capaz de controlar el hielo, te ha llevado a las profundidades de las ruinas de Eldoria. Un viento glacial, alimentado por el Dragón de Hielo, azota el lugar, amenazando con destruir lo poco que queda. El aire está cargado de espectros helados y la tierra tiembla bajo tus pies. Debes actuar rápido. El Dragón de Hielo se fortalece con cada instante.
¿Qué haces?
Buscas pistas en las ruinas para encontrar la ubicación exacta de la Corona.
El Desafío de las Ruinas
Las ruinas de Eldoria se derrumban a tu alrededor. El aliento gélido del Dragón de Hielo te golpea, mientras espectros helados se deslizan entre los escombros. Has encontrado un fragmento de mapa, pero está incompleto. Debes encontrar la ubicación exacta de la Corona de Aethelred, la única esperanza para detener al dragón. La clave está en descifrar un antiguo jeroglífico. ¿Qué haces?
Interpretas el jeroglífico basándote en tu conocimiento de la historia de Aethelgard.
El Jeroglífico Revelador
Tras descifrar parcialmente el jeroglífico, comprendes que indica la ubicación de la Corona de Aethelred, no en las ruinas de Eldoria, sino en el Santuario de los Gigantes de Piedra, custodiado por una poderosa maldición. Un viento gélido, remanente del aliento del Dragón de Hielo, azota las ruinas a tu alrededor. El tiempo se agota. Debes actuar con rapidez. ¿Qué haces?
Utilizas tus poderes sobre el aire para crear una corriente que te permita sobrevolar el Santuario y evitar la maldición.
El Santuario Maldito
El viento gélido azota tu rostro mientras te aproximas al Santuario de los Gigantes de Piedra, la Corona de Aethelred brillando tenuemente en su interior. La maldición se cierne, palpable, amenazando con desatar una nueva ola de destrucción si te acercas demasiado. Debes encontrar una forma de acceder a la corona sin activar la maldición. ¿Qué haces?
Utilizas tus poderes sobre el aire para crear una corriente que te permita sobrevolar el Santuario y evitar la maldición.
El Santuario Maldito
El viento gélido azota las ruinas de Eldoria. Tu intento de sobrevolar el Santuario con una corriente de aire resultó en un fracaso catastrófico. El dragón de hielo, enfurecido, ha intensificado su poder, provocando un colapso mayor en las ruinas. La Corona de Aethelred, a pesar de estar a la vista, permanece inaccesible, protegida por una barrera mágica aún más poderosa. Debes actuar rápido, o Aethelgard sucumbirá al hielo eterno. ¿Qué harás ahora?
Utilizar la tierra para crear un nuevo camino hacia la Corona, evitando la barrera.
El Desafío del Santuario
Tras tu fallido intento de sobrevolar el Santuario con el poder del aire, las ruinas de Eldoria se desploman aún más, amplificando el poder del Dragón de Hielo. El camino hacia la Corona de Aethelred está bloqueado por una avalancha de rocas y hielo. Debes encontrar una forma de acceder al Santuario antes de que el dragón destruya todo. La Corona es tu última esperanza.
¿Qué harás?
Buscar un pasaje secreto alrededor de la avalancha.
El Santuario Oculto
El viento glacial azota las ruinas de Eldoria. La avalancha, consecuencia de la furia de los gigantes de piedra, bloquea el camino al Santuario. El Dragón de Hielo ruge, su aliento helado amenaza con congelar el alma misma del reino. Debes encontrar una forma de llegar al Santuario de los Gigantes de Piedra, donde se encuentra la Corona de Aethelred, la única esperanza para detener al dragón. Un pasaje secreto, olvidado por el tiempo, podría ser la clave… pero el tiempo se agota.
Intentar sortear la barrera utilizando un hechizo de invisibilidad con el poder del aire.
El Santuario Prohibido
Tras el colapso parcial de Eldoria, te encuentras ante una entrada oculta, protegida por una barrera mágica impenetrable. El Santuario de los Gigantes de Piedra, donde se encuentra la Corona de Aethelred, se alza ante ti, amenazado por el creciente poder del Dragón de Hielo. El tiempo se agota. ¿Qué haces?
Intentar negociar con la entidad que protege el santuario.
El Santuario Prohibido
Tras tu fallido intento de sobrevolar el Santuario con el poder del aire, Eldoria se encuentra al borde del colapso. El Dragón de Hielo, fortalecido por tus errores, acecha. Un pasaje secreto, oculto tras una avalancha, ofrece una posibilidad, pero la entrada está protegida por una barrera mágica. Debes actuar rápido. ¿Qué haces?
Intentar disipar la barrera utilizando un conjuro de fuego preciso y controlado.
El Santuario Prohibido
Tras tu fallido intento de sobrevolar el Santuario, Eldoria se desmorona a tu alrededor. El Dragón de Hielo, amplificado por tus errores, ruge amenazante. Un pasaje secreto, oculto tras una barrera mágica, es tu única esperanza para alcanzar la Corona de Aethelred. Debes actuar rápido. ¿Qué haces?
Utilizar un señuelo mágico para distraer la barrera mientras buscas una entrada alternativa.
El Despertar del Dragón de Hielo: Un Final Helado
El fracaso del señuelo mágico marcó el fin. El Dragón de Hielo, alimentado por la energía oscura liberada durante los intentos fallidos del Guardián, había alcanzado su máximo poder. La Corona de Aethelred, la reliquia capaz de sellar al dragón, permaneció fuera de su alcance. Aethelgard, una vez un reino próspero, yace en ruinas, congelado bajo el gélido aliento del dragón. La historia de Aethelgard, un reino anglosajón de magia y leyendas, termina no con una explosión gloriosa, sino con un silencio glacial, el silencio de un reino perdido. El reinado del Dragón de Hielo ha comenzado.
La desecación del Río Silverstream, el primer signo de la amenaza, desencadenó una cascada de eventos catastróficos. Cada intento del Guardián de usar los elementos – fuego, agua, tierra y aire – para restaurar el equilibrio, solo empeoró la situación, liberando más viento gélido, criaturas de sombras y amplificando el poder del dragón. Sus intentos de alianza con elfos, gigantes de piedra y otras criaturas mágicas fracasaron, sumiéndolo en una desesperación creciente. Incluso encontrar la Corona de Aethelred, la clave para la victoria, resultó en un enfrentamiento final inevitable con el dragón.
La historia del Guardián de los Elementos es un testimonio de la fragilidad del poder y la imprevisibilidad de la magia. Su buena intención se vio constantemente frustrada por las consecuencias imprevistas de sus actos. Su lucha no fue una falta de valor, sino una lección dura de la naturaleza caprichosa del destino.
Aceptar el destino.
El Fin de Aethelgard: Un Invierno Eterno
El relato de Aethelgard concluye con la derrota del Guardián. A pesar de sus esfuerzos por dominar los cuatro elementos, su inexperiencia y la magnitud de la amenaza se revelaron insuperables. Cada intento por detener la desecación del Río Silverstream y el avance del Dragón de Hielo resultó en un desenlace catastrófico, amplificando el poder del enemigo y acelerando la destrucción del reino.
La historia de Aethelgard es una antigua leyenda, contada a través de generaciones. Se habla de Aethelred, un rey justo y sabio, que gobernó con la ayuda de la Corona de Aethelred, un artefacto mágico que mantenía el equilibrio entre los elementos. Sin embargo, su reinado terminó con la desaparición de la corona, lo que provocó un desequilibrio que permitió el despertar del Dragón de Hielo, una entidad de poder inmenso, nacida del mismo frío glacial que ahora cubre Aethelgard.
El Guardián, elegido para proteger el reino, enfrentó una tarea titánica. Su aprendizaje fue doloroso, cada intento una lección aprendida en el campo de batalla, pero una lección que llegó demasiado tarde. Sus esfuerzos por dominar los elementos, aunque heroicos, solo sirvieron para alimentar el poder del dragón. La búsqueda de aliados resultó infructuosa, la Corona de Aethelred permaneció inalcanzable, y el reino sucumbió al poder del Dragón de Hielo. Aethelgard, antaño vibrante y próspero, se convirtió en un páramo helado, un testimonio del fracaso del Guardián y el triunfo del mal. La leyenda del Guardián se une a la del rey Aethelred, un recordatorio de la fragilidad del equilibrio y la inmensidad del poder de la naturaleza desatada.
Aceptar el destino.